El sol nos sonríe en verano
Este es el momento en el que la naturaleza nos ofrece alegremente toda su abundancia. El despliegue vital que comienza en primavera, llega a su máxima plenitud, mostrando la energía expansiva propia de esta estación del año. Sentimos el calor del sol, que nos alimenta y nos anima. La duración de los días se alarga, mientras las noches se hacen más cortas, y pasamos más tiempo fuera de casa. El buen tiempo nos hace más extrovertidos y nos relacionamos más con las personas de nuestro entorno, aumentando las actividades al aire libre. Esta energía de expansión y apertura puede servirnos para abrir nuestra mente a conceptos diferentes. Al igual que nos exponemos más al sol (¡siempre con precaución!), podemos abrirnos a experiencias diferentes, atrevernos a nuevos retos y mostrar toda nuestra vitalidad.
Esta época suele coincidir con el descanso laboral, y podemos aprovechar para viajar, cambiar de aires y desconectar en otro lugar, o simplemente para dedicarnos a actividades distintas de las habituales, rompiendo la rutina. Esto nos ayudará a relajar el cuerpo y a despejar la mente. Debemos evitar caer en la pereza que a veces acompaña al calor. Durante las horas del día en las que el sol es más intenso, podemos aprovechar para ocuparnos de tareas algo más tranquilas, dejando la actividad para los momentos menos calurosos.
La radiación solar aumenta las posibilidades de deshidratación y puede afectar de manera negativa a la salud de nuestra piel. Por ello, además de vigilar la exposición al sol y utilizar cremas adecuadas, es primordial aumentar el aporte de líquidos y sustancias antioxidantes, que nos ayuden a proteger la dermis y a mantener el nivel hídrico que nuestro organismo necesita para un funcionamiento adecuado. Para ello, el agua es esencial, y en lugar de refrescos azucarados, los licuados de frutas y verduras son más recomendables. Todo apetece fresco, y es tiempo de ensaladas más que de guisos, así que podemos cocinar a la plancha o preparar sopas frías. Es época de consumir tomates, pepinos, ciruelas, melón, sandía, higos, albaricoques, uvas, cerezas, berenjena, calabacín, pimientos… y algún heladito!
El elemento que la medicina china asigna al verano es el fuego, que rige el corazón y el intestino delgado. Los sabores amargos estimulan y regulan el funcionamiento de estos órganos. El corazón no solo es el encargado de impulsar la sangre que aporta oxígeno a cada célula, sino que además se le considera el asiento de nuestra energía vital, el lugar donde reside nuestra alma y el responsable de dirigir nuestros pensamientos. El intestino delgado cumple la función de absorción de nutrientes en el proceso digestivo, pero para la medicina tradicional china su cometido es mucho más profundo. A través del intestino delgado, se absorbe la energía que alimenta a nuestro espíritu, filtrando todo aquello que no es adecuado para nuestro objetivo vital.
El verano nos equilibra, pues a lo largo del día encontramos tanto invitaciones a la vitalidad, que nos conectan con los demás, como momentos de sosiego que nos unen a nosotros mismos.