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El velo ilusorio

Una de las definiciones más hermosas de lo que es el yoga, y posiblemente la que tiene más contenido, señala que el yoga es el conjunto de técnicas que remueven el velo ilusorio que separa el cuerpo y la mente de nuestra verdadera realidad: el Ser.

Este conjunto de técnicas que configuran nuestra práctica de yoga está directamente relacionado con el desarrollo de nuestro potencial y con la expansión de nuestra conciencia. Se compone de diferentes herramientas como son los ásanas, la meditación, el pranayama…

El camino del yoga se dirige siempre desde lo más denso hacia lo más sutil. Es una senda gradual, que comienza en lo exterior para llegar al interior. De esta forma, el trabajo se inicia tomando conciencia del cuerpo físico a través de los ásanas, pasando por el proceso de restringir las fluctuaciones de la mente y reduciendo las capas de ignorancia que forman el velo ilusorio, para culminar con la armonización de nuestros centros vitales denominados lotos o chakras.

La práctica de ásanas desarrolla nuestra energía y nuestra atención, que son los cimientos de nuestro posterior trabajo.

La meditación es básica para retirar los obstáculos que nos impiden apreciar la luz del Ser en todo su esplendor.

El pranayama nos ayuda a trabajar en la apertura de los chakras, en la limpieza de los bloqueos que impiden su correcto funcionamiento y en su armonización.

No hay rutas predefinidas en el camino del yoga. Cada yogui y cada yoguini tienen un trabajo que hacer y unas experiencias que vivir. La mayor o menor dificultad que cada uno encuentra en su camino se relaciona con las mayores o menores capas de opacidad que tiene su velo ilusorio.

Los maestros dicen que en cada uno de los planos que separa el velo ilusorio se vive la realidad con dos conciencias: la del Momento y la del Ser.

La Conciencia del Momento nos la transmite el plano más denso, el plano del espacio y el tiempo.

El camino siempre contiene obstáculos y la tarea del caminante es atravesarlos mediante la conciencia del Momento.

Cuando superamos esos obstáculos se produce de forma gradual una iluminación de las capas de ignorancia y su transformación en luz de conciencia. Esta experiencia se asemeja al proceso de armar un puzle. Cuando se remueve el velo ilusorio nos van llegando piezas sueltas de conocimiento que, con el tiempo, van encajando y adquiriendo todo su significado.

La Conciencia del Ser, en cambio, examina la realidad con la mirada interna y desde la comprensión del Todo.

De esta forma, con la práctica continuada del yoga, conseguimos remover el velo ilusorio, dejando que la luz del Ser salga al exterior. Esa luz se proyectará en muchas de las acciones que realizamos en este plano físico.

Aun así, aquí no acaba el trabajo. Yoguis y yoguinis deben dejar que todos sus componentes se vayan adaptando a ese nuevo estado que en ellos se está produciendo.

Este trabajo no lo podemos hacer solos, se necesita un guía experto que nos conduzca por el sendero correcto y nos evite riesgos innecesarios.

Estos maestros nos aportarán su conocimiento, pero su elección es totalmente libre y de nuestra responsabilidad. No se impone ninguna enseñanza que no quiera ser recibida.

Una buena guía para discernir si un mensaje y su emisor son auténticos es comprobar si nos llegan con conciencia y amor.

El amor remueve el velo ilusorio y abre a los seres hacia otras dimensiones del conocimiento.

Cuando un ser está abierto al amor, su conciencia toca lo universal.

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