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El laboratorio de Yoga


Una sesión de yoga es como un experimento de laboratorio. Contamos con varios elementos (cada uno de los aspectos de nuestro ser) para combinarlos de formas diferentes (a través de asanas, pranayamas, meditación…) en busca de un resultado casi siempre imprevisible, pues cada vez podemos descubrir algo nuevo. En lugar de ponernos la bata y manipular tubos de ensayo y probetas, extendemos la esterilla de yoga y conectamos con nuestra respiración.

Debemos afrontar cada experimento con una mente limpia, sin expectativas, sabiendo que incluso un aparente fracaso puede ser un importante descubrimiento. Unas veces utilizaremos más fuerza física. Otras el trabajo será más mental. Por lo general debemos poner en nuestra probeta un poquito de concentración, unas cuantas gotas de humildad, una buena cantidad de paciencia, quizá constancia y comprensión a partes iguales, e ir añadiendo práctica poco a poco, sin dejar de observar, hasta que se produzca un resultado que puede ser o no el que esperábamos, pero que siempre nos va a mostrar un cambio en nuestro interior.

Cuando realizamos una determinada postura, el experimento consiste en vigilar cómo reacciona nuestro cuerpo, cómo actúa nuestra mente, qué sentimientos se despiertan, etc. Tanto si fracasamos en el intento como si logramos realizar una postura satisfactoriamente, en nosotros se producen modificaciones. Unas veces se fortalece nuestro cuerpo. Otras es el ego el que toma protagonismo. En ocasiones se impone la mente. A veces surgen imparables la vanidad o la frustración. Hay días que sentimos claramente la pérdida de estabilidad, mientras que otros días notamos cómo aumenta nuestro equilibrio. Y en algunos momentos sentimos que nuestra energía se debilita y solo deseamos recuperar fuerzas en el refugio que nos ofrecen las posturas de relajación.

En cualquier caso, nuestro trabajo como científicos del yoga consiste en observar. Todo sucede por una razón. En cada instante hay una enseñanza. Y el objetivo final no es publicar nuestras investigaciones, ni obtener premios o reconocimiento alguno por parte de los demás. La máxima condecoración que podemos alcanzar en el yoga es la medalla invisible del autoconocimiento. Es un homenaje que nos hacemos a nosotros mismos. Es un acercamiento a nuestra verdadera esencia.

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