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Posturas de equilibrio

El objetivo de las posturas de equilibrio es mantener la presencia en el momento presente, conectando la intención física y la actitud mental mediante un trabajo constante de concentración, de manera que la posición se sostenga sin esfuerzo.


Cuando sobre un cuerpo actúan fuerzas opuestas que se compensan mutuamente, se obtiene el estado de equilibrio. De esta manera, cuando nos situamos en una postura en la que repartimos el esfuerzo expandiendo nuestra energía en todas direcciones, haciendo contrapeso con cada parte del cuerpo para permanecer en quietud durante unos instantes, descubrimos de forma natural nuestra armonía, nuestra estabilidad.



El cuerpo es fiel reflejo de nuestro interior y responde al estado de nuestra energía interna, tanto mental como emocional. Si nuestro cuerpo se armoniza, nuestra mente se serena y las emociones se equilibran, abrazando con plena conciencia el momento presente.


Estas posturas aportan múltiples beneficios: Fortalecen músculos y articulaciones, desarrollan la concentración y la conciencia corporal, aumentan la estabilidad física y emocional, proporcionan seguridad y confianza, estimulan la energía interna, procuran fuerza y flexibilidad a la columna vertebral y vigorizan todo el organismo.


Una de las posturas de equilibrio más conocidas y que más se repiten en las clases de yoga, es VRKSASANA o Postura del Árbol. El secreto para que un árbol se mantenga firme está en lo que no se ve: en la profundidad de sus raíces. Si queremos mantener una posición de equilibrio, debemos buscar la firmeza en la parte invisible de la postura. Se trata de compensar fuerzas sin perder la flexibilidad, siendo conscientes de la visión de conjunto, manteniendo la confianza y, por supuesto, observando la respiración. Lo más importante es saber si nuestras propias raíces son fuertes, profundas, y si tienen el espacio suficiente para expandirse y proporcionarnos una base sólida. La raíz es el origen. Si los cimientos que sostienen nuestras creencias, nuestras acciones, nuestra vida misma, no son lo suficientemente fuertes y genuinos, es imposible el crecimiento espiritual; es imposible la expansión de nuestra energía; es imposible el equilibrio vital.

Una mente equilibrada es ecuánime y sensata, no emite juicios, no se inclina hacia ningún lugar, sino que se sostiene en el presente, aquí y ahora. Actuar de manera equilibrada es trabajar todas las facetas de nuestra vida; es ocuparnos de la parte material sin descuidar nuestro lado espiritual; es mantenerse en el centro, siendo dueños de nuestras emociones; es aprender a adaptarnos; es aceptarnos tal y como somos.

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